martes, 1 de julio de 2014

Leonel Messi versus René Favaloro.


Hagamos un ejercicio mental, sólo eso, un par de minutos reflexivos. En este momento está en nosotros decidir la vida de uno versus la muerte de otro. Si decidimos que uno vive, automáticamente e implícita o explícitamente –como más te guste– decidimos que el otro muere.

Pero no se trata de una catástrofe en la que no podés salvar a todos y salvás al que está a tu alcance, primero los niños, las damas, los ancianos. Todo lo contrario, es una decisión premeditada, te tenés que sentar cómodo en tu lugar preferido, quizá con un whisky –no mucho por favor–, o con un mate, y cavilante tomar una decisión. Vive uno, el otro muere. Y una vez tomada la decisión no hay retorno. El tiempo no apremia, pero como no decidir es una decisión implícita, por no decidir terminan muriendo los dos.

Difícil decisión si las hay, y claro, la pregunta de manual es quién es uno y quién es otro.  La decisión sería fácil si uno es una eminencia en medicina, en ciencias, un filántropo que trabaja por gente necesitada, toda una persona de bien. En tanto que el otro es un corrupto, un ladrón, un genocida...

Pero nada de eso. Ni uno ni otro son personas de «mal». Son seres humanos normales, personas como vos y yo, que trabajamos, que estudiamos, que simplemente vivimos. A ninguno de ellos conocés, no tenés vínculo afectivo hacia ellos. Supongamos que uno es médico y el otro es deportista. Ambos nos traen alegrías, felicidades, buenos momentos desde su rol social, pero hoy tenés que decidir por uno u otro. ¿Quién vive? ¿quién muere?

Supongamos que el deportista es Messi. Cada gol que mete es una alegría para cada argentino, ¿merece la vida? ¿merece nuestro apoyo? ¿merece nuestro cariño?

El otro, el médico, no es ni más ni menos que el Dr. René Favaloro, prestigioso médico cardiocirujano, muy conocido mundialmente por haber desarrollado la técnica del bypass cardíaco. ¿Acaso no merece también su vida el Dr. René Favaloro? ¿Acaso toda la humanidad no nos merecemos  su vida?

¿Quién vive? ¿quién muere?

Messi firmó contrato nuevo con el club de Barcelona por casi veinte millones de euros por temporada hasta el año 2018 (sí, 20.000.000, es decir, 20 millones), algo así como 1,6 millones por mes. El Dr. René Favaloro se suicidó por las presiones que tenía por las grandes deudas económicas de su fundación, las cuales no fueron atendidas por ninguno de los gobiernos de los años 1990 a 2000.

¿Y qué tenemos que ver nosostros? Nada y todo. Es que ya decidimos como sociedad, porque somos todos como sociedad quienes aprobamos o reprobamos a unos u otros. El fútbol es un negocio, y un negocio vende siempre que alguien compre; son tantos quienes compran fútbol que unas pocas personas con indiscutidos talentos deportivos pueden lograr contratos millonarios, mucho más allá de las necesidades «normales» para vivir –y ni hablar de los gastos en Fútbol para Todos®–.

La indiferencia sociopolítica a instituciones no lucrativas pero que nos aportan mayor calidad de vida terminan por acabar a esas instituciones, como le pasó a Favaloro.

El dilema no es excluyente (aunque el capitalismo así lo torne): o deporte o salud. Pueden coexistir ambos pacíficamente; el dilema es el lugar que le asignamos a cada cosa, y en la sociedad occidental –al menos la única que conozco– el fútbol es más importante que la salud, la cultura, la educación y tantos otros temas. Los contratos millonarios y el Fútbol para todos lo dicen todo.

Éste es el famoso dilema taradiano, porque sólo a un tarado se le puede ocurrir escribir estas cosas en medio de un mundial de fútbol. Pero es que me cuesta olvidarme de estas injusticias que con nuestra indiferencia cometemos a diario.

Lo curioso es que este dilema no es de ahora. Circa dos mil años atrás una sociedad tuvo que decidir la vida entre un ladrón y un carpintero: Barrabás y Jesús. Y prefirieron crucificar a Jesús. Hoy en Pascuas celebramos un lindo fin de semana largo. Vos, ¿por quién te decidís? Pensalo...

Eduardo Pablo.


PD: ¿hay algún sociólogo que nos ayude a entender estas cosas? se agradece su aporte.

domingo, 12 de mayo de 2013

Maldito que pasa tan rápido

El tiempo pasa y nos vamos poniendo adultos y adultas, como le gusta decir a nuestra presidente (para mayor información, véase el artículo click aquí, que no se intitula "click aquí" pero que sí hay que hacer click aquí para verlo). Lo cierto es que el tiempo pasa y yo no escribo, no escribo porque el tiempo pasa, y ciertamente pasa volando.

Pero hoy quiero retomar la escritura, porque me gusta despuntar el vicio, y porque hoy vi el primer comentario que me hicieron a una entrada, y eso me alienta un poco, y también vi que la tasa de visitas creció algo, así que a sacar los bits de las notas que tengo agendadas y a ver si sale algo... ¿a alguien se le ocurre algún tema?

Para empezar, vale aclarar que cada vez que me cambian el formato del blog se hace un poquitín difícil volver a empezar, es como volver a aprender a usar el blog, justo que parecía que ya lo entendía, ahora me lo cambian, ¿a ustedes les pasa lo mismo? ¿son mis años? ¿por qué me cuesta aceptar que cambien la interfaz del blog, o el mail, o lo que sea? además, ¿ganan algo con cambiarlo, aparte de complicarme? En fin... retomemos el sano vicio de la escritura.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Adrián y Horacio conversando en arrabalero. En vivo y en Compact Discs

Bajo una intensa y persistente lluvia, entre murciélagos aturdidos y con un piano de cola a media clavija, el teatro de Río Cuarto tuvo el honor de recibir a dos excelentes músicos, el pianista Adrián Iaies (por segunda vez) y el contrabajista Horacio Fumero (en su primera vez). Del uno al diez...

Más que un concierto, más que una presentación musical, estos músicos parafrasean al jazz como si estuvieran deletreando cada cuerda de la mismísima esencia del piano y el contrabajo. Y en esa paráfrasis, esta oportunidad fue el arrabal quien en su espíritu se fundió en los macillos, teclas y puentes del piano, en las cuerdas del bajo y su resonante acústica, entre unos o la nada, chiquilines de bachín, zambas compañeras, Laura que va y otras verdades arrabaleras que conversan entre corcheas y como cuerpos delicuescentes se van fundiendo paulatinamente en una musicalidad que suavemente profiere letra a letra el jazz; compás a compás, el swing.

Una noche mojada de lluvia, pero una noche que alegró los oídos de quienes estuvieron presente, no tantos, no fue teatro lleno, pero Río Cuarto es así.

Y por supuesto, un evento para aprovechar y abastecerse de buen material, cosa que siempre viene de perilla, y esta vez por partida triple: «Conversaciones desde el arrabal amargo», un disco doble interpretado por estos músicos que, claro está, fue el motivo de esta visita. La paráfrasis del jazz pasa por interpretaciones de Arrabal amargo, Chiquilín de bachín, Uno, Nunca tuvo novio, La dejé partir, Nada, Milonga del ángel o Zamba para no morir, entre otros capítulos imperdibles.

«Cinemática finlandesa» es la tercera partida. En compañía de Roxana Amed, Adrián y Roxana hacen una especie de matrimonio pianístico vocal que va mas allá de una conjunción, es un solo espíritu expresado en dos esencias musicales que se acompañan y se hablan con gestos y miradas imaginarias que se transmiten en obras impecablemente interpretadas. Es un deleite escuchar un repertorio que incluye géneros tan diversos y contrapuestos como rock nacional en Viernes 3am y Rasguña las piedras, zambas como La Arenosa y Zamba del Laurel, tango en Cuando tú no estás, y el mismo jazz de Pannonica, todos estos géneros hermanados en la interpretación al estilo jazz de estos dos talentos que nos avocan.

Muchachos, Adrián, Horacio, Roxana, les pido un favor: no sean tan buenos músicos, que da envidia verlos tocar, da envidia de tanta libertad para deletrear sin palabras, da envidia ver inertes instrumentos con vida propia.

Y ni hablar de Amigos por la Música, excelente siempre en todas las presentaciones. Vale la pena tenerlos a Dídimo y Adriana en Río Cuarto.

10 puntos para Adrián y Horacio. 3 puntos para Río Cuarto, por la lluvia, por los murciélagos y el piano, pero fundamentalmente por el teatro medio lleno y medio vacío. Vamos, ¿a tan poca gente le gusta el jazz por estos lares? Nadie pretende llenar un Banda Norte o un Central, es el teatro. Y 9 puntos para mí, esta vez tengo parlantes como la gente, aunque ahora me gustaría unos mejorcitos.

Como siempre, volveremos sobre discos y conciertos. Y como ya saben, Adrián Iaies no me reconoce un centavo por disco vendido, así que crean en lo que digo que es desinteresado, y traten de conseguirse estos discos. Pueden consultar en Homero Disquerías o en el sitio oficial www.adrianiaies.com

® y ™ de esta nota: fotos usadas sin permiso previo. Espero no se me enojen los propietarios!

jueves, 6 de septiembre de 2012

«Hacé lo que quieras»

Tips para entender a las mujeres, no necesariamente a todas.

Cuando una mujer te mira fijo a los ojos y te responde «hacé lo que quieras», la respuesta que te está diciendo es que justamente tenés que hacer lo opuesto y totalmente contrario a lo que estabas preguntando.

Y ésta es la típica contradicción masculina, y digo masculina porque la contradicción es justamente masculina, «¡¡si me dijo 'lo que quieras'!!» pero no significa lo mismo para nosotros que para ellas. En realidad debería interpretarse «hacé lo que quieras... yos».

Se los digo por experiencia repetitiva, se los digo desde la ingenuidad masculina de hacer lo que quiero cuando debería hacer lo que quiere. Y no espero algún día entender estas contradicciones logorreáticas de las relaciones, sino espero algún día encontrar una mujer que me mire fijo a los ojos y directamente me mande al carajo sin tantas vueltas ni tapujos. ¿Existirá?...


Nota: para mi sorpresa la palabra «logorrea» no figura en el diccionario de la Real Academia en su versión online, cosa extraña porque en mi diccionario Enciclopedia Sopena editado en el año 1933 (mil novecientos treinta y tres) sí figura. Claro, setenta y nueve años en el diccionario, mas otros tantos antes de esa fecha, ya estaba un poco vieja la pobre. Me hubiera gustado asistir a su funeral, darle mi último adiós y mis condolencias a sus familiares más directos como verborrea o labia.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

No todo lo que es papel azul es dolar blue ®

Curso básico de economía monetaria.


Muchos en nuestros cursos de economía avanzada nos preguntan por esta frase, y nos preguntan puntualmente si los dólares blue son la nueva y reciente emisión del Tesoro de los Estados Unidos (conocido como FED por su sigla en inglés: Federal Estatement Dollar, lo que se podría traducir como Dolar Federal Estatal, o Estado Federal del Dolar, o algo similar). La cuestión es que si usted fue a comprar dólares al mercado paralelo, entregó billetitos pesos y le entregaron a cambio unos hermosos dólares recién impresos y de color azul en lugar del tradicional verde, no se preocupe mucho, no va a poder comprar muchas cosas con esos dólares azules, pero tampoco ya lo puede hacer con los billetitos de cien pesitos (el único papel azuladito de curso legal hasta ahora conocido es el billete de dos pesos).

Pero el tema que nos ocupa en esta ocasión es el origen de esta peculiar frase que titula el artículo. Contrario a lo que se podría creer, esta frase tiene un origen muy antiguo que se remonta a su hermana mayor: «no todo lo que brilla es oro». La impresión de billetes como la conocemos actualmente es una invención moderna del hombre, desde que los Estados Unidos imprimen dólares, los ingleses imprimen libras, los alemanes imprimen marcos o los italianos liras, pero no mucho antes. Algunos sostienen que el origen del papel moneda se puede remontar hasta Gutenberg, el creador de la imprenta en el siglo XV, pero esa idea es poco sustentable. Si bien el padre de la imprenta es este señor Gutenberg, él era de origen alemán y es bien conocido que durante toda su vida su objetivo fue inventar la máquina que le permitiera imprimir una Biblia en un décimo de tiempo de lo que la escribiría un copista, es decir, diez Biblias por cada una de un copista. Están claras sus intenciones: venderlas a precio rebajado, reventar el mercado de las Biblias y al final llenarse de plata. Y alguien podría proponer la tesis de que, en lugar de imprimir Biblias, podría haberle dado a la maquinita recién inventada e imprimir billetitos frescos, pero no es esto lo sucedido, y por una simple razón fundamental: Gutenberg era alemán y no argentino (de argentum: plata), por lo tanto nunca tuvo la suficiente viveza criolla para inventar la plata papel.

Descartada esta tesis, nos queda emprender la historia que nos avoca en este curso. «No todo lo que brilla es oro» se remonta a los antiguos reyes de los imperios que gobernaron unos seis siglos antes de Cristo en Asia menor. En aquella época la riqueza de los poderosos se medía fundamentalmente en ganados (que si lo traducimos a nuestra actualidad, podría medirse en hectáreas de soja), y la cantidad de ganado era lo que permitía comprar más o menos. Pero esta reserva de valor tenía sus evidentes limitaciones, cuando alguien quería ir a la feria a comprar un pantalón y llevaba una vaquita, se complicaba para darle el vuelto, ¿cómo se lo daban? ¿con un ternerito? podían en lugar de la vaca llevar sólo un cuarto trasero, y la vaca quedaba con tres patas, hasta ahí es aceptable, pero después de sacarle otra pata la vaca necesitaba muletas, y ahí empezaba a complicarse.

Por esa razón, un día apareció un rey que decretó a través de un DNU:

«A partir de hoy, siglo VII AC, nadie puede tener oro o plata (o su equivalente en dólares) para atesoramiento personal, sino que será el Estado Nacional y Popular el único que pueda atesorarlo y acuñarlo».

Y fue así como toda la gente tuvo que llevarle el oro a este buen señor, y a cambio recibía moneditas con una carita de un león, y esta moneda equivalía a un tercio del Stater, algo así como treinta y tres centavos de peso. Las ventajas eran varias: todas las monedas eran de oro o plata y tenían una pureza y un peso iguales, por lo tanto ya no hacía falta llevar oro y una balanza cada vez que alguien pretendía hacer un trueque. Y así todo el pueblo se manejaba conforme con estas moneditas. Como el oro era más escaso que la plata, las monedas doradas siempre valían más que las plateadas.

Conforme el tiempo pasaba, la estructura del rey iba creciendo, cada vez hacían más falta empleados públicos para mantener la casa de gobierno y los asuntos públicos, las carreteras y los carruajes oficiales (estos gobiernos todavía no tenían el Tango 01), gastos de estado varios y alguna que otra cometa, y las finanzas no alcanzaban. Y este problema sacaba de las casillas a su entonces ministro de economía, hasta que se les ocurrió la gran idea. A las monedas de oro, en el proceso de fundición, le empezaron a poner un poquitín, pero sólo un poquitín de plata para que el oro se estirara un poquitín más, pero sólo un poquitín y «que no se te vaya mucho la mano», le dijo el rey al fundidor. Y claro, la idea les gustó, porque ahora salían más moneditas doradas de las más valiosas, pero se notaban un poco pálidas. Entonces, el rey ordenó al fundidor que cuando estuvieran terminadas las monedas les pasaran un cepillito con blem y las pulieran bien bien, para que quedaran brillosas y lindas y nadie se diera cuenta. Así nació el electro.

Pero claro que la gente con la primera no se dio cuenta, pero después vio que la moneda cada vez era más pálida y no la querían aceptar, y empezó a popularizarse ahí el dicho que decía «no todo lo que brilla es oro», a veces es oro y plata fundidos.

Y así son los corsi y ricorsi del profesor Alberto, las cosas van y vienen, y hoy, unos veintisiete siglos después, nos encontramos con un peso multicolor débil y un dolar azul fuerte, pero resumiendo esta lección, no todo lo que es azul es dolar blue.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Demoliendo edificios

Seguramente todos están en conocimiento del edificio que parece se está derrumbando en Buenos Aires. Las cámaras de los noticieros este domingo parecían estar filmando el reality show del edificio, pero no vamos a analizar en esta ocasión estas cuestiones ni los motivos del derrumbe. Simplemente vamos a hacer unos aportes al proceder en la demolición para aportar a la discusión sobre qué ciudad queremos.

En consejo deliberativo, hemos llegado a la conclusión de que, siendo un país destacado en la técnica de lo atamos con alambre:

1. No era necesario demoler el edificio, era recuperable en parte. En la imagen 1 siguiente, graficamos la solución posible.




Alrededor de la grieta, en el sentido indicado en A se coloca un alambre que dé 3 vueltas al edificio, con el sumo cuidado de que pase por abajo de los balcones, para que no moleste la futura visual de los habitantes. Pero como el alambre no une sino que sostiene, en la grieta le colocamos, en el sentido indicado por B, Pulpito®, el pegamento sellador. De no poseerse este pegamento, se puede utilizar sellador grieta de cualquier marca, pero no damos garantía de resultados exitosos. El sellador cumple la función de que no entren chifletes en el departamento ni agua de lluvia, algo muy importante en invierno

2. De insistirse en la solución de demoler el edificio, hay una solución más fácil que la de la grúa. Se trata contratar un avión y un kamikaze que se dirija hacia el objeto en cuestión en el sentido indicado por la flecha C en la figura 2 (o en el sentido C' alternativo). Para hacerlo más efectivo, podemos poner en la parde una gigantografía del actual y de los expresidentes de Estados Unidos. De esta forma garantizamos una demolición total y absoluta. Aclaración: no hace falta un avión grande de línea, dada la envergadura de este edificio, alcanzaría con una avioneta de 2 motores.





Perlita periodística
Las cámaras de TN están con un habitante del edificio en cuestión haciendo una nota, y el periodista en estudio le pregunta:
- ¿y vos saliste bien?
El entrevistado se queda pensando un instante "no estúpido, si estoy encerrado y vinieron a hacerme la nota en el departamento..."
- Eemm... sí, estoy bien

Infografía: tomada sin permiso de Clarín.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El límite entre la juventud y la adultez.

Uno de los grandes vacíos de la ciencia de la psicología yace en la imposibilidad de definir a ciencia cierta el límite entre el fin de la etapa de la juventud y el comienzo de la etapa de la adultez (al respecto, puede consultarse a importantes y diversos autores como Freud, Skinner, Piaget, Bandura, Festinger, los cuales no conozco pero figuran en Google).

Uno de los criterios más tradicionales y utilizados es el del aplicativo «usted», que significa que cuando lo empiezan a tratar de «usted» ya se convirtió en adulto –o sea, estás al horno–. Pero este criterio ha sido científicamente refutado por varias falencias en la metodología subyacente; para empezar, no todos te tratan de «usted» al mismo tiempo, algunos son más cancheros y te tutean, y no te hacen sentir tan viejo –gracias totales® a los que se animan a tutear–, y porque el criterio entonces pasa a ser muy subjetivo, tenemos que buscar criterios que científicamente parezcan objetivos.

La verdad es que el avance tecnológico en telecomunicaciones e informática (o sea una compu con internet) ayuda mucho a esta ardua tarea de la psicología.

Antiguamente (un par de centurias o antes) la evocación del pasado, cuestión clave en nuestra acometida, estaba resumida a relatos de la memoria, que eran poco garantidos porque podías contarte cualquiera. Pero esto vino a ser subsanado gracias a la aparición de la fotografía, que ahora no te permite decirle a tus nietos que eras un apuesto y joven galán, cuando eras un atorrante y andrajoso desharrapado.

Pero la nostalgia, cuestión clave en nuestra acometida, de la fotografía como método de medición ha quedado en desuso a la par de las nuevas tecnologías antes mencionadas.

En este nuevo método implementado por la ciencia –vale aclarar que en este post estamos haciendo presentación adelantada en exclusiva, previa a la presentación mundial en el foro de Psicólogos Reflexivos de Alpedismo a realizarse vía teleconferencia en simultáneo en varios cafés/cafeces con wifi–, las etapas para empezar a definir la adultez empiezan cuando, por casualidad y sólo por casualidad –andá a saber de dónde la sacastes– te acordas de ese tema un poquito viejo y vas a Google, download torrent (descargar la torre) y así empezás, que un tema, que el otro de los 70, que el de los 80, que este que no lo pasan más por radio y la computadora ya parece una discoteca de vinilos (incluyendo los que venían de colores y los singles) y de cassettes que grababas de la radio. Esto es sólo el comienzo.

Y la adultez empieza a ser imposible de disimular cuando empezás a bajarte también películas de tu época: Gremlins, Laberinto, Historia sin fin, Tiburón en 3D, La pistola desnuda, Robocop, la Guerra de las galaxias o Volver al futuro 1, 2 y 3. Y ansioso las ves ni bien terminaron de descargar y al final exclamás con total seriedad "qué buenas películas hacian antes, sin tanta tecnología". Fatal, ahí se acabó definitivamente la juventud.

Y la cereza del postre: si tu novia/o te dice con cierta indiferencia  "ésa es de tu época" (te clavó el DNI en la frente).


Nota 1: esta reflexión no es aplicable a ciertos casos en que la persona no deja de ser un adolescente.
Nota 2: y si consigo la serie "Hombres de ley" (con Federico Lupi), la completo.

Gracias totales es marca registrada de Gustavo Ceratti. Usada con permiso

El último DESEMBARCO de León

"La idea fue que este disco sonara a «banda». Que fuera una performance de los músicos juntos tocando los temas y acompañando a León [... En el estudio de grabación] grabaron sus discos grandes artistas como Frank Sinatra, Bing Crosby, Beach Boys y tantos otros...
"Se grabó directo a cinta analógica de 24 canales por varias razones, entre ellas, el sonido característico de la cinta y también siguiendo la idea de trabajar con opciones limitadas de canales. En contraposición a lo que suele ocurrir actualmente con los sistemas de grabación digital [...] con posteriores ediciones, al hacerlo en cinta se realiza «una toma» y en ella queda plasmado lo que pasó en el momento.
"El ambiente de la sala fue tomado con dos micrófonos muy viejos de «cinta», RCA44, pasando por la consola Neve de los 70 y de ahí por un compresor Fairchild más viejo antes de llegar finalmente a la cinta.
"El micrófono utilizado para la voz de León es también un micrófono de cinta tipo RCA, pero en una versión moderna [...]
"Las cuerdas de 40 músicos fueron grabadas «a larga distancia» entre Los Angeles y Praga, República Checa.
"Finalmente, la mezcla [...] pasó por otra consola Neve [...] lo cual terminó de lograr el sonido caracterísitico de este nuevo disco".


Así comienza la portada del último disco de León Gieco, el que me compré hace un día y medio. Un disco realmente sin desperdicio para quienes gustan de este tipo de rock nacional, y del buen sonido –y cuando escribo «buen sonido», quiero referirme al «buen sonido»–. Son doce canciones que te llevan por las historias que de alguna manera identifican a León, paseando por Uruguay, un bicentenario de sombra y luz, el argentino que vota inútiles, nuestra última dictadura, los mineros de Bolivia del Che, y el corazón de este autor que late cuando hace música.

No podemos olvidarnos de los artistas invitados: Charly García, Nito Mestre, Rául (así dice) Prochetto, Rubén Rada, Ma. Rosa Yorio entre otros.

Está claro que la elección de los estudios de grabación y toda la mística de las cintas, los micrófonos, compresores y mezcladores hacen que el disco tenga sabor a música tocada desde el alma, y no como esos discos de hoy que cuando un músico se equivoca, borran y corrigen (casi como el control-z del windows), o que un mismo músico toca distintos instrumentos y después con la compu los ensamblan... ¡qué poca espontaneidad! Aquí los graves se sienten graves, los agudos se sienten agudos, los medios se sienten medios. La mandolina suena a mandolina, las guitarras suenan a guitarras y los platillos de la bata suenan como platillos. Los violines parecen violines y la orquesta parece como si fuera una orquesta... de verdad. Realmente lograron transmitir un sonido muy verdadero. Este disco es como un disco en vivo en estudio, qué digo, es un discaso. Lo único que le faltaría es la versión en LP y ahí la completás León.

10 puntos para León
. Cero puntos para mí, mal mal mal lo mío, que no tengo equipo de audio y escucho con los parlantitos de la computadora y se escucha un pésimo sonido a lata. O sea, todo lo que León se esmeró por el sonido, yo lo tiro por la ventana cuando lo escucho con este sonido de plástico latoso. Me las quiero cortar, las orejas (se entiende).

Volveremos sobre el tema discográfico, con nuevos discos

Nota: a León no le cobro la comisión por venta con los comentarios, o sea que pueden creerme lo que digo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

¡Es la economía, estúpido! Curso básico de economía política

"¡Es la economía, estúpido!" es la famosa frase que se le atribuye a James Carville, asesor electoral de Bill Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 1992 (damos por sabido en estos cursos de economía política que Bill Clinton fue presidente de Estados Unidos; si no lo sabía, le rogamos recurra a algún curso básico introductorio sobre la economía, estúpido).

En realidad, aunque la frase se le atribuye a James como es de público conocimiento, lo que científicamente pudimos comprobar desde el prestigioso departamento de investigaciones que promueve nuestra institución, es que la frase había sido acuñada con anterioridad anterior. En primeras instancias se la robó a Robert Solow, quien dijo "si los países crecen económicamente, es la economía, estúpido", análisis que le valió un premio nóbel.

Solow a su vez se la robó a Milton Friedman, quien expresó contundentemente "si hablamos de plata, es economía, estúpido"; por supuesto que su sesudo análisis también le valió un nóbel. Friedman a su vez tomó la expresión de su colega John Hicks al decir "cuando analizamos el bienestar material pensamos en la economía, estúpido" –aclaramos que así consiguió llegar al preciado premio nóbel–. Hicks continuó la línea sucesiva de prestame la frase de Paul Samuelson, quien entre otras cosas dijo "es la economía, estúpido", y también ganó un nóbel. En la misma línea sucesiva, antes de Samuelson se encuentra Raúl Prebisch, ilustre economista argentino que tenía muy claro que lo del peso Ley 18188 era la economía, estúpido –y que por eso no ganó naninga el nóbel–. Pero Raúl manchó su intachable reputación intelectual tomando prestada la frase de José Schumpeter, quien defendió el monopolio porque es la economía, estúpido –y que tampoco ganó el nóbel porque todavía no existía el de economía–.

Pero la verdad es que Schumpeter no fue el padre de la frase: la tomó prestada –sí señor, prestada como leyeron– de John Maynard Keynes (prestigioso economista inglés que desarrolló la teoría keynesiana de la economía). Este economista pronunció por primera vez la frase cuando se dirigía a sus archirivales los economistas norteamericanos que no podían dar en la tecla con la Gran Depresión de los años 30 (claro, estaban preocupados porque no conocían la Argentina de los 70, 80, 90 y 2001).

La cuestión que el mundo (sepa leer entre bits: Estados Unidos e Inglaterra) se venía a pique y entonces Keynes les dijo "es la economía, estúpidos" y así fue como arregló el problema.

No obstante, la ciencia ha avanzado considerablemente en la investigación de los últimos años y hoy podemos saber que en realidad la frase Keynes se la robó a Adam Smith, el padre y fundador de la ciencia económica. Y como Adam Smith se considera el padre de la economía, creemos que éste no se la pudo robar a nadie más.

De todos modos, "es la economía, estúpido"™ es frase registrada por James Carville, y como no tenemos intención de entrar en controversias diplomáticas con los USA, aquí utilizaremos la adaptada frase "Es la economía, tarado"™.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Sólo uno más

Un Tarado Más -así con mayúsculas- no es ni casual ni ingenuo, es virtual. No sé ustedes mis lectores (y si usted no es mi lector, ¿cómo llegó hasta acá?), pero a mí todavía me da un poquito de cosita –cuiqui– meter mi nombre en los casilleros de internet, por eso es este disfraz virtual. Correo electrónico, el facebook, y tantas y tantas tantíííííííísimas páginas que tenés que suscribirte para poder... no sé, hasta leer algo. Son tediosos (y más aún cuando además después de ingresar datos y mas y más datos paso seguido Please, select your credit card... puff) tediosas y como les decía, me da cosa poner mi nombre.

Pero claro, nunca falta el/la que me quiere interpretar la psiquis y animar, incluso hasta sacarme del "pozo depresivo" en el que creen que estoy, y me dicen cosas como "Pero tarado ¿por qué ese nombre tan feo?", "Usted es una persona capaz e inteligente" (para empezar no me trate de usted), "quiérase a usted mismo, cámbiese ese nombre"...

Para todos ellos acá va la verdadera historia de mi nombre. Corrían los años 2000 (cerca del 2003) cuando la internet estaba empezando a arrasar por el continente (bah, ya había empezado, yo llegaba tarde como siempre), y yo todavía mandaba cartas por Correo Argentino (¿no me creen?) hasta que por esas vueltas de la vida un amigo 'unos años' más joven me dijo "¿¡¡carta!!? ahora nos escribimos mails y chateamos"... ¡Chan! ¿y ahora...?

Con paciencia, mi joven amigo me explicó "tenés que hacer una cuenta en Hotmail", así que procedimos a los formularios "Escriba con letra de imprenta, mayúscula y clara... Nombre, Apellido, correo de @hotmail.com..." y empecé:
"Eduardo ya se encuentra registrado, utilice otro nombre..."
"Pablo ya se encuentra registrado, utilice otro nombre..."
"Eduardo_Pablo ya se encuentra registrado, utilice otro nombre..."
"EduardoP ya se encuentra registrado, utilice otro nombre..."
"EPablo ya se encuentra registrado, utilice otro nombre..."

¿¿¿Tantos tarados hay en internet registrados??? pensé para mis adentros...

"UnTarado se encuentra disponible..."

Fue así como se institucionalizó y generalizó Un Tarado Más en mi vida virtual como pseudónimo, así que ya saben, no soy el único, ni el primero, y mucho menos el último, somos muchos lo que andamos pululando por internet... y por favor, lávense los dedos con jabón antes de tipear mi nombre.